La reconquista de la patria popular
Al cierre del mes de la patria, Valeria Reyes Policróni nos invita a reflexionar sobre el significado de estas fechas y su relevancia para el país, abordando los valores que nos unen como nación.
El amor a la patria es más que una bandera o un himno. Es el compromiso con la historia, con la cultura y, sobre todo, con el pueblo que habita cada rincón del país. Desde una perspectiva cercana al pensamiento peronista, el amor a la patria en Chile debe ser entendido como la lucha constante por el bienestar de todas y todos, por la justicia social y por una democracia real y participativa. Pero en estos tiempos, ¿cómo revitalizar ese amor cuando parece que la política se ha desconectado de la gente?
En la historia de Chile, han sido los movimientos sociales y populares los que han marcado los grandes cambios. Desde la lucha por la independencia, pasando por los movimientos sindicales, hasta el estallido social de 2019, los ciudadanos han demostrado que el verdadero patriotismo no es un acto pasivo, sino una exigencia de equidad y justicia. Sin embargo, hoy parece que esas esperanzas se han diluido en un contexto de desconfianza hacia las instituciones y los partidos políticos. La pregunta es: ¿cómo volver a conquistar a ese pueblo que parece desencantado?
Un proyecto político que quiera volver a enamorar a las y los chilenos debe ser uno que escuche, que ponga a las personas en el centro, y que entienda que no hay patria sin justicia social. En Chile debemos construir una nación que defienda a los más vulnerables, que garantice que el fruto del trabajo se quede en manos de quienes lo producen, y que el Estado sea un actor activo en la defensa de los intereses nacionales.
Hoy enfrentamos un desafío: construir un proyecto de país que no solo hable de crecimiento económico, sino de bienestar compartido, donde cada familia sienta que tiene un lugar digno. La desigualdad que aqueja a Chile desde hace décadas ha erosionado el sentido de comunidad. Para recuperar el amor a la patria, es imprescindible que la política vuelva a ser una herramienta de transformación y no una fuente de frustración.
En tiempos en que el descontento social sigue presente, es fundamental un proyecto político que convoque a la gente, que haga de la política un espacio para el encuentro y no para la división. Necesitamos líderes que hablen desde el corazón, que conecten con los anhelos de justicia de los jóvenes, de los trabajadores, de las mujeres, disidencias, jubilados y de todas aquellas personas que, a lo largo de la historia, han sido postergadas. Un proyecto que vuelva a poner al pueblo en el centro, como base fundamental del progreso