Una sociedad con distimia
Por Valería Reyes Policroni, Coordinadora del Movimiento Somos
Chile ha sido descrito como el «laboratorio del neoliberalismo», un experimento impuesto durante la dictadura cívico-militar de Augusto Pinochet. Este modelo transformó al país en un ejemplo de libre mercado, pero también sembró las bases de una sociedad profundamente afectada por una especie de «distimia social». Al igual que este trastorno psicológico, que se caracteriza por un estado de ánimo crónicamente bajo, nuestra sociedad parece atrapada en un ciclo de insatisfacción, desigualdad y desconfianza que dificulta su bienestar colectivo.
El neoliberalismo, basado en la privatización, la competencia y el desmantelamiento del Estado de bienestar, prometió prosperidad y desarrollo. Sin embargo, sus consecuencias reales han sido devastadoras para la cohesión social:
- Desigualdad extrema: Mientras algunos sectores se enriquecieron exponencialmente, la mayoría de los chilenos enfrentaron precariedad en salud, educación y pensiones. Esta disparidad no solo genera frustración, sino que perpetúa la sensación de impotencia colectiva.
- Individualismo tóxico: Al priorizar la competencia sobre la solidaridad, se erosionaron los lazos comunitarios. La búsqueda de éxito personal a toda costa dejó a muchos atrapados en la soledad y el agotamiento emocional.
- Desconfianza sistémica: La deslegitimación de las instituciones y la mercantilización de derechos básicos han generado un profundo escepticismo hacia el sistema político y económico, alimentando el desencanto y la apatía social.
La distimia social de Chile se manifestó con claridad en el estallido social de 2019, un grito colectivo que evidenció el cansancio de una población que, a pesar de las cifras macroeconómicas alentadoras, vivía en constante estado de malestar. Este quiebre marcó el inicio de un proceso de reflexión nacional, buscando nuevas formas de organizar la sociedad, con mayor equidad y empatía.
Para sanar, Chile debe enfrentar las heridas del modelo neoliberal, con ella recuperar la memoria de nuestra historia y lograr la justicia y reparación que tanto necesitamos. Además, requiere un giro hacia políticas que prioricen el bienestar común sobre las ganancias privadas, un Estado que garantice justicia social y fomente la participación ciudadana en las decisiones que definen su destino.
Solo así podremos superar este estado de ánimo crónicamente bajo y aspirar a una sociedad que no solo sobreviva, sino que realmente viva con dignidad, justicia y esperanza.