Cárcel de San Miguel: la convivencia incómoda que algunos vecinos ya normalizaron

Cárcel de San Miguel: la convivencia incómoda que algunos vecinos ya normalizaron

Por Valentina Carrasco y Sofia Molina

La cárcel de mujeres, situada justo en medio de la zona residencial, comparte el día a día con los negocios y la gente del lugar. Hay quienes se quejan por la falta de seguridad, pero también están los que dicen que su existencia no causa grandes problemas.

Enclavada precisamente en San Miguel, dentro de Santiago, la prisión que ahora sirve como Centro Penitenciario para mujeres se ha vuelto un elemento común del entorno para montones de residentes. El edificio, que antes daba cobijo a reos varones, modificó su propósito allá por 2012 después de unas cuantas remodelaciones importantes.

Pese a que la prisión carga con un pasado difícil, marcado por sucesos como el incendio de 2010 que causó la muerte de muchas personas, actualmente su operación y existencia provocan reacciones encontradas entre los que residen o laboran en sus inmediaciones.

“No es agradable. ¿Quién va a querer vivir aquí? Nunca una cárcel debió haberse construido aquí, en un sector residencial e industrial”, comenta Juani, residente de al frente de la cárcel.

En los alrededores del penal hay viviendas, almacenes y paraderos de transporte público. Para algunos comerciantes, la rutina no se ve alterada por la cercanía con el recinto.

Los vecinos agregan que el estigma también influye en la valoración del barrio: «El valor de las casas en sí bajó, porque están al lado de la cárcel, y porque tú teni’ la caseta del gendarme ahí en tu casa”.  Por otro lado, hay locatarios que niegan rotundamente el haber presenciado disturbios o cambios en el entorno de este centro penitenciario, cómo lo comenta la Sra. Marcela, quien negó constantemente “Yo no he tenido problemas”.

Para comprender mejor el impacto que tiene una cárcel en la imagen de un barrio, hablamos con el sociólogo Rodrigo Cáceres, experto en el estudio de la marginalidad y los procesos que se dan en las ciudades.

Según el sociólogo “La ubicación de las cárceles por lo general deberían ser sitios adecuados, ojalá que no sea un lugar tan colindante, para no representar una amenaza respecto a las fugas”. Esto reafirma la inseguridad que genera la penitenciaría a los locatarios de los alrededores. También menciona los desafíos que enfrentan las autoridades, de garantizar la seguridad y que tengan el resguardo necesario frente los disturbios que puedan formarse.

A pesar de la calma relativa del entorno, persisten problemas al interior del penal. Solo en 2024, la Corte de Apelaciones de Santiago requirió medidas urgentes frente a las denuncias de hacinamiento, plagas y falta de atención médica para las más de 800 internas que alberga actualmente el recinto.

La penitenciaría de San Miguel ya no es solo un símbolo de encierro. Para los vecinos, representa también la tensión constante entre el deber institucional y la vida cotidiana. El desafío sigue siendo equilibrar el respeto por los derechos de las internas con la tranquilidad de quienes conviven con el penal a solo unos metros de sus casas.

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